Desde la ventana de aquella pequeña casa alejada de todo podía ver el cielo estrellado más increíble que jamás hubiera imaginado. Por eso se fue allí. Se encendió un cigarrillo y abrió con cuidado la ventana. “El silencio es el peor de los ruidos” recordó. El viento afónico silbaba entre las montañas, la noche murmuraba secretos ancestrales y pequeños insectos se movían a su antojo por aquel mágico jardín, que era el suyo.
Mientras bebía y fumaba intentando hacer el menor ruido posible, miró la luna. "Está decreciente. Presiento que al igual que ella, poco a poco, yo iré decreciendo también. Si no hago algo para evitarlo, claro" se dijo. "A partir de ahora voy a ser la mujer más fuerte del mundo". Sabía que eso iba a ser duro, y sabía que dolería mucho mucho, pero ya estaba decidido. Se lo había prometido a sí misma en aquella ventana y no podía fallarse; pues ella misma era todo cuánto poseía.

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