Que todavía navegues por mi sangre no es casualidad. No digas nada, ya sé, que mis palabras no te salpican, Mejor así, deja un silencio limpio, donde yo pueda recordarte a voces. Tanto, tanto te esperé a que volvieras a ser tu, que me dejé llevar  por sombras semejantes a la tuya. Quise buscar tu perfume en rosas de té, lilas púrpuras, astromelias de noche,  en venenos que quisieron ser flor… pero...  pero ellos no tenían los pies inquietos, ni trenecitos verdes, ni gatos en las manos. Soy lo que  hiciste de mí, un mujer que necesita del eco para existir, soy la vuelta de cuando me soltaste al viento. He regresado para preguntarte si seguirías temblando bajo mi cuerpo. Puede que ya no me ames, pero nadie te sumerge como yo en un mundo de cristales y vaho. Nadie te socava el alma y el final de tus muslos, como la que juró no volver a escribirte.

A veces te extraño tanto. Tanto, tanto
Que las calles de nuestra ciudad parecen Nueva york.

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